I.
Cuando estaba preparándose para ir en lancha Capurganá y cruzar el Golfo de Urabá hacia el occidente rumbo a la frontera entre Colombia y Panamá, Victor le envió una fotografía y dos notas de voz al primo hermano que lo estaba esperando en Maryland. “De Capurganá vamos a ir a Panamá. Mañana vamos a cruzar”, dice en uno de los mensajes. “¡Colombia es tan grande!”. Para llegar a ese pueblo de la costa Caribe colombiana, Victor viajó nueve días en avión y autobús desde Camerún por todo el continente americano con el plan de seguir por tierra hacia Estados Unidos.
Audios
“Decidió que quería venir a Estados Unidos y tratar de usar la ruta que pasa a través de Colombia y Panamá, y llegó hasta Colombia a salvo”, dice Aloycius Fru, el primo que se quedó esperándolo en Maryland, Univision Noticias Digital, socio de la alianza periodística transfronteriza de que investigó Migrantes de Otro Mundo*. Lo último que supo de Victor es que tomó el bote, cruzó el océano, cruzó a pie la frontera de Panamá y entró a la selva del Darién. “Él no sabía lo peligroso que era el camino, era la primera vez que salía del país”, dice Aloysius.
Victor Fru Choeh emigró de la capital de Camerún, Yaundé, porque no encontraba un trabajo para sostener su familia en medio de la cruenta guerra civil que vive el país desde 2016. El conflicto que actualmente libran el ejército del presidente Paul Biya y los grupos separatistas armados de habla inglesa ha dejado más de 3,000 muertos, 70,000 desplazados internos y unos 60,000 refugiados solo en Nigeria, el país vecino. También ha empujado a centenares de cameruneses a emprender cada año un largo y peligroso viaje a través de América Latina con el objetivo de llegar a Estados Unidos o a Canadá y pedir asilo.
Victor compró su boleto de avión el 24 de abril de 2019 en una agencia de viajes llamada IVCA (International Vision Communication Agency). Pagó 2,994,93 dólares por un vuelo que partió el 10 de mayo de Yaundé, hizo cuatro escalas —Adís Abeba, Buenos Aires, Sao Paulo, Lima— y aterrizó el 12 de mayo de 2019 en Quito, Ecuador. De allí, Victor tardó siete días en llegar al pueblo de Necoclí en la costa Caribe de Colombia y comunicarse con su primo en Maryland.
(BOLETO DE AVIÓN)
En la última foto que le envió al primo, Victor aparece de pie a la orilla del mar en Necoclí, dando la espalda al agua y a dos bañistas con salvavidas. Con una mano señala el océano y con la otra sostiene el celular. Lleva el auricular del teléfono puesto y ropa deportiva, un pantalón negro Adidas y una camiseta azul. En la mano que agarra el teléfono le brilla el anillo de bodas. “Recién se había casado y cuando se fue, la esposa estaba embarazada de una bebé que acaba de nacer”, dice Aloycius, mientras va deslizando en su teléfono las últimas imágenes y mensajes que compartió con Victor y las que luego le fueron enviando otros migrantes cameruneses que se lo cruzaron en el viaje.
El mayor número de migrantes transcontinentales que cruzaron las Américas en 2019 eran cameruneses, según datos oficiales de distintos países, y muchos provenían de las zonas de guerra o eran anglófonos que huían de la discriminación y la quiebra económica.
Victor proviene de una familia anglófona y siempre vivió en ciudades francófonas: nació en Duala, la ciudad más grande del sudeste, y vivía con su esposa y un hijo en Yaundé, la capital de Camerún, mayoritariamente francófona. Tenía 39 años y recién había obtenido un certificado en reparación y construcción de barcos. Su familia dice que por ser anglófono era discriminado y no encontraba buenas oportunidades de trabajo, pese tener formación y experiencia. Salvo el primo Aloycius, que tiene una carrera en computación y lleva 17 años viviendo en Estados Unidos con esposa y cinco hijos, nadie de la familia había emigrado, o siquiera viajado fuera del país.
Su última imagen con vida fue tomada por uno de los 20 cameruneses que partieron de Necoclí y se internaron con él en la selva, con la expectativa de cruzarla en cuatro días y continuar la ruta hacia la ciudad de Panamá. Se le ve descansando a la orilla de un río, con una camisa negra y el mismo pantalón Adidas que llevaba en las imágenes que compartió con el primo.
La versión que estos migrantes dieron a la familia es que Victor se fue quedando atrás en el camino hasta que lo perdieron de vista. Luego un segundo grupo de migrantes se topó con su cuerpo tendido e hinchado a la orilla de un río y circularon su foto entre los demás camurenses, por si alguien podía identificarlo y contactar a la familia. “¿Ve el cadáver? Ese es él”, dice Aloycius con toda certeza, el cuerpo tiene la misma fisonomía de Victor y lleva pantalón y camisa negras. “No sabemos muy bien qué pasó”.
La familia en Camerún recibió la noticia de la muerte de Victor y las fotos el 8 de junio de 2019, casi un mes después de que él se comunicó por última vez con su primo. Ellos llamaron a Aloysius para avisarle y él todavía no sabe qué hacer: “El único de la familia que está aquí soy yo. Pero no supe qué hacer, con quién hablar. No sé si hay algo que pueda hacer. Quizás (recuperar) sus huesos y poder ir a enterrarlo, cavar un hoyo y ponerlo allí...yo haría eso”.
Ningún familiar ha tenido contacto con las autoridades panameñas para intercambiar información sobre la muerte de Victor. Temen meterse en problemas si lo hacen porque ctorctor entró a Panamá sin papeles y saben que sería imposible recuperar el cuerpo en la selva. Adoptaron el 23 de mayo de 2019 como su fecha de fallecimiento —el día que sus compañeros de viaje lo vieron y fotografiaron con vida por última vez— y celebraron ceremonias en los dos continentes para despedirlo.
“Hicimos un pequeño velorio aquí. Trajimos un sacerdote que dio misa en el sótano. Pusimos un pequeño altar y bebimos y comimos después de la misa. Allá en casa (en Camerún), hicieron ceremonias tradicionales, algo así como un entierro, cosas simbólicas. Es muy duro. Fue demasiado para nosotros”, dice Aloysius.
II.
Cada semana Lambert Mbom recibe tres o cuatro mensajes de gente en Camerún que busca a un familiar desaparecido o con el que perdieron contacto en el camino a Estados Unidos. “La mayoría son mensajes de Facebook y de Whatsapp. Apenas la semana pasada conecté con un exalumno que estaba buscando a su hermana. Averigüe y descubrí que estaba en Dallas”.
Lambert daba clases de Filosofía y Estudios Religiosos en el Cameroon College of Arts and Science de Kumba, en el Sudeste del país y estaba conectado con la causa política de la Ambazonia, la región anglófona del este de Camerún que lucha por su autonomía. A principios de 2000 estuvo preso, fue golpeado, interrogado y en 2004 se fue a Estados Unidos con 33 años. No tenía familia aquí, solo un amigo que le consiguió dónde dormir. En 2009 obtuvo asilo, ahora está casado, tiene 47 años, y desde abril de 2019 es ciudadano. Tiene 16 años sin volver a su país. “Mi padre murió en noviembre de 2018 y no pude ir a enterrarlo (...) La gente me pregunta si extraño Camerún y les digo que sí, que extraño a mi familia, pero Maryland es Camerún por naturaleza, hay demasiados cameruneses aquí, demasiada buena comida...”.
Los cameruneses han estado llegando a Maryland por décadas y como todo exilio, son su universo nacional en miniatura. Hay anglófonos y francófonos que han emigrado en distintas oleadas desde la década de 1960 para buscarse un futuro o para huir de la persecución, hay familias mixtas. Desde los bamikeles que fueron los primeros perseguidos y desplazados a territorios francófonos desde tras la unificación de Camerún, hasta los cameruneses del Noreste que escapan de violencia del conflicto entre el gobierno de Paul Biya y los rebeldes de la Ambazonia que lo enfrentan con desventaja.
Ahora, la experiencia de venir a Estados Unidos es peor ahora que antes, dice Lambert: “El gobierno está haciendo todo para erradicar a la población y aquí es cada vez más difícil salir adelante. Antes no venía tanta gente al mismo tiempo y la comunidad podía manejarlo, pero ahora tenemos a demasiada gente llegando y todos están tratando de sobrevivir. El trauma del viaje también es peor, las personas vuelan por debajo del radar y por un tiempo no sabes dónde están. Todo el mundo está tratando de enmascarar la identidad, volar por debajo del radar hasta que puedan ponerse a salvo y ver que pueden encontrar ayuda”.
En 2018, Estados Unidos aprobó más peticiones de asilo de cameruneses que nunca antes en dos décadas (525), según las cifras oficiales. Y entre 2016 y 2019, también recibió más migrantes de Camerún en su frontera sur con México que en oleadas anteriores. Los migrantes que lograban cruzarla solían entregarse a los agentes de la patrulla fronteriza y pedir asilo, hasta la implementación del Protocolo de Protección de Migrantes (MPP, por sus siglas en inglés), que obliga a los solicitantes a permanecer en México mientras las autoridades migratorias de Estados Unidos procesan sus casos.
Más de la tercera parte de los casos no han prosperado en las cortes de migración estadounidenses: de 7.378 solicitudes de asilo de cameruneses recibidas entre 2001 y 2020, 4,686 fueron otorgados, 2.511 negados y 181 recibieron otro tipo de protección. Los que no reciben algún beneficio migratorio permanecen en detenidos en los centros administrados por ICE (Servicio de Inmigración y Aduanas, por sus siglas en inglés) hasta su deportación a Camerún.
El 1 de octubre de 2019, un inmigrante camerunés murió bajo custodia de ICE mientras esperaba ser deportado: Nebane Abienwi, de 37 años, que tenía seis hijos, esposa y salió de Bafut, Camerún, en el verano de 2019 con rumbo a Ecuador.
El 5 de septiembre de ese mismo año llegó a la garita de San Ysidro, en la frontera entre California y México, y se entregó a la patrulla fronteriza, El 19 de septiembre fue trasladado a un centro de detención de migrantes de Otay Mesa y una semana más tarde, el día 26, fue trasladado de emergencia al centro médica Sharp’s Chula Vista con el lado izquierdo del cuerpo paralizado. ICE informó que había sufrido un incidente hipertensivo y que lo habían notificado a la familia del inmigrante y al consulado de su país. A la siguiente semana, murió.
“El personal médico identificó la causa de deceso como muerte cerebral secundaria a hemorragia de los ganglios basales”, explicó el Servicio de Inmigración y Aduanas en un comunicado. Hasta ese momento, Abienwi era el octavo inmigrante que había muerto bajo custodia de ICE desde enero de 2019 y el primero del año fiscal 2020, que comenzó el 1 de octubre. Un hermano en Camerún dijo en noviembre, en una entrevista con el diario USA Today, que Nebane Abienwi fue desconectado del tratamiento de vida asistida antes de que la familia diera su autorización. Dijo además que a él le habían negado dos veces su petición de visa para viajar a Estados Unidos a reconocer y retirar el cuerpo —que finalmente fue repatriado a principios de diciembre de 2019—.
La muerte de Nene Abienwi ocurrió en medio de una crisis migratoria sin precedentes en la frontera sur de Estados Unidos y en los centros de detención, que operan a máxima capacidad. En los últimos cuatro años, solo el centro de detención Otay Mesa, donde estuvo detenido Nebane, ha albergado a más de 22,200 migrantes y de ellos, unos 260 eran cameruneses; en promedio permanecen allí unos 41 días y en algunos casos son trasladados a otros centros y suman años. Desde abril de 2018 hasta febrero de 2020, 24 inmigrantes han muerto en distintas circunstancias bajo custodia de ICE, la mayoría de ellos de origen mexicano y centroamericano.
Lambert lamenta que la comunidad camerunesa en Estados Unidos no haya respondido más enérgicamente en esta crisis que afecta directamente a familiares y amigos. Piensa que debería haber organizaciones de africanos que vayan a la frontera y ayuden a los que llegan y cuenten de los horrores que les obligaron a huir de África. Pero en el fondo, entiende las razones por las que la mayoría de la diáspora evita hablar de lo que sucede en Camerún y de la situación migratoria de sus familias: “Es una comunidad que tiene miedo de ponerse en la mira del gobierno de Camerún, de no poder regresar. También es un problema estar Estados Unidos y no tener los papeles correctos.”
Él solo hace su parte, conectando a quienes puede, y espera que la vida le alcance para ver que el conflicto se resuelva en su país y regresar: “Quiero volver a casa. El ombligo de todo africano está enterrado en su aldea, siempre queremos volver a nuestras raíces. No importa lo cómodo que esté en Estados Unidos, siempre seré un extraño que quiere volver”.
*Migrantes de Otro Mundo es una investigación conjunta transfronteriza realizada por el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), Occrp, Animal Político (México) y los medios regionales mexicanos Chiapas Paralelo y Voz Alterna de la Red Periodistas de a Pie; Univision Noticias (Estados Unidos), Revista Factum (El Salvador); La Voz de Guanacaste (Costa Rica); Profissão Réporter de TV Globo (Brasil); La Prensa (Panamá); Semana (Colombia); El Universo (Ecuador); Efecto Cocuyo (Venezuela); y Anfibia/Cosecha Roja (Argentina), Bellingcat (Reino Unido), The Confluence Media (India), Record Nepal (Nepal), The Museba Project (Camerún). Nos dieron apoyo especial para este proyecto: La Fundación Avina y la Seattle International Foundation.