A Ana Yansy López la acusan de ser una ficha del juego internacional del tráfico de migrantes. Ella, en cambio, se ve como su protectora y dice que nadie puede decir que les pidió miles de dólares.
Un martes de enero de 2018, unas personas se bajaron de una Mitsubishi blanca y entraron a una casa cerca de la frontera entre Costa Rica y Nicaragua, del lado costarricense. Un rato después salió una pareja y se fue en el mismo vehículo. La policía de migración de Costa Rica que los espiaba en ese momento sospechó que quienes no salieron habían cruzado ilegalmente por el patio de esa casa hacia Nicaragua.
Nueve días antes de que empezaran a vigilar a los sospechosos, la Fiscalía costarricense había empezado a investigar a una red de tráfico de migrantes, luego de recibir información confidencial de que los traficantes le pagaban US$35 a oficiales para que les filtraran información. Los sobornados les decían a los criminales a dónde estaban los policías de guardia; o les dejaban pasar a “sus” migrantes; o les informaban cuándo y por cuáles rutas transportar a los migrantes por territorio costarricense sin ser detectados por las autoridades.
La mujer que salió de la casa fronteriza ese martes era Ana Yansy López Martínez, una nicaragüense de 48 años que vive en La Cruz, Costa Rica y a quien migrantes y coyotes llaman “Mamá África”. El hombre con el que salió es su esposo Adnan Abdul Wahab, originario de Ghana, en África, a quien conocían en la zona como ‘Mohamed’.
Dos años antes, en 2016, las autoridades costarricenses ya habían allanado esa casa, por otra investigación del delito de tráfico ilícito de migrantes. Muchas familias en la zona cobran por dejar que las personas crucen por los patios de sus casas hacia Nicaragua y viceversa, y así terminan involucrándose en el negocio ilícito de las redes de tráfico. (Ver historia Senderos clandestinos).
A partir de enero del 2018 y durante año y medio, las autoridades policiales de Costa Rica, junto con las de Panamá, le siguieron el rastro a ‘Mamá África’ y a otros traficantes. Aseguran que la misma red a la que pertenece López movió a unos 249 migrantes de África, Asia, Cuba y Haití que buscaban llegar a Estados Unidos y para hacerlo atravesaban Panamá, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México.
La investigación concluyó con operativos simultáneos en ambos países y la detención de 47 personas el 30 de julio del 2019, entre ellas, López Martínez y dos de sus cuatro hijos: Indiana y Benjamín Jarquín López (otro hijo, Bayron, había sido juzgado la justicia de Nicaragua y de Costa Rica previamente por los mismos delitos). En la casa donde vive la familia López, la policía encontró US$11.000 en efectivo y varios pasaportes.
Ella no es la única “Mamá África” de América Latina ligada a redes de tráfico de migrantes extra-regionales. Esta alianza transnacional en la que participan La Voz de Guanacaste y con CLIP y otros 16 medios periodísticos realizaron Migrantes de Otro Mundo, descubrió que, en Colombia, por ejemplo, las autoridades procesaron a otra señora habitante de la frontera con Panamá que servía de enlace local a los migrantes, y a la que ellos llamaban por el mismo apodo. Así mismo, en Tapachula, México, cerca a la estación de migrantes, otra Mamá África repartes almuerzos a migrantes y en su cartelera, todos dejan mensajes con recomendaciones para los que vienen. Nadie ha acusado a esta Mamá África guatemalteca de estar cometiendo ningún delito ¿Casualidad? ¿Costumbre?
Algunas fuentes policiales aseguraron que es un nombre fácil de recordar en cualquier idioma para que, en algunos casos, los viajeros encuentren rápidamente un contacto local de la red internacional que se encargó de sus viajes.
Varios migrantes entrevistados en Estados Unidos aseguraron que López Martínez había coordinado su alojamiento y el tramo de su viaje por Centroamérica y México. Así consta en una investigación de la Policía Federal de Brasil y del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés).
La Voz de Guanacaste entrevistó en febrero pasado a López Martínez, ‘Mamá África’, en su casa en la provincia de Guanacaste, a veinte kilómetros del puesto fronterizo entre Costa Rica de Nicaragua y a solo dos de un centro de atención humanitaria en el que el gobierno atiende a los migrantes de 2016.
Permanece ahí encerrada con una tobillera electrónica en el pie izquierdo, a la espera de su juicio. Dice que le dejaron la casa por cárcel mientras no haya sentencia y que el juez se lo permitió para que pudiera cuidar a su hija Wendy, cuadripléjica en una cama desde hace 12 años.
¿Delincuente o benefactora?
“Yo les instruía”, dice sentada en una silla en la sala, desde donde puede ver la Mitsubishi blanca estacionada en la calle. “Ellos venían (y me preguntaban) ‘mamá qué hacemos’. Y yo les decía ‘miren váyanse a donde los del ejército [de Nicaragua] y pidan ayuda’”.
Ya conocíamos su casa. Había salido en las noticias cuando la policía de migración la allanó y encontró una pila de colchones en su patio trasero. El allanamiento de ese día fue transmitido y reportado por varios medios de comunicación costarricenses e incluso internacionales porque la directora de Migración de Costa Rica, Raquel Vargas, calificó este operativo como uno de los más grandes en el país en la persecución del delito de tráfico ilegal de migrantes.
López niega que alguna vez ella haya ocultado a migrantes en su casa. No lo hubiera permitido, dice, pues vive con sus dos hijas y sus nietas menores de edad. Explica que ella dejaba que los viajeros prepararan su comida en la cocina de su casa durante el día porque no les gustaba la que les daban en el centro de atención humanitaria.
“Las operaciones más importantes de estas organizaciones están cercanas a los Catem [Centro de Atención Temporal para Migrantes ] y es porque saben que es donde está el flujo migratorio”, explica el subjefe de la policía migratoria, Alonso Soto y sostiene que así era como trabajaba ‘Mamá África’.
López disiente y afirma que una suma de factores fueron los que la hicieron ver como delincuente. Por ejemplo, celebró fiestas con africanos, familiares y amigos de su esposo. Incluso grabó videos de su convivencia con ellos, y que lamenta no poder rememorarlos ni mostrarlos porque la policía le decomisó sus teléfonos.
En una de esas fiestas, cuenta, la nombraron “Mamá África”. “Entre todos ellos [familiares y amigos de su esposo] dijeron ‘ah, ahora somos como tus hijos, tú eres nuestra madre’”, relata.
Por eso creyeron que ella era traficante, insiste López, porque era amable con los amigos y familiares de su esposo, que era africano. También porque su hijo mayor, Bayron, tenía antecedentes por el delito de tráfico ilícito de migrantes.
“Bayron estuvo en la cárcel [de Liberia, en Costa Rica] porque andaba con un señor que llevaba unos nicaragüenses [a Nicaragua y viceversa]. Los cruzaba, los llevaba por unos naranjales y lo agarraron. Estaba chiquito Bayron, apenas tenía unos 16, 17 años”, dice, y explica que eso fue hace unos diez años.
Su segunda detención ocurrió a finales del 2017, cuando Bayron tenía 27.
Un informe de la policía nicaragüense dice que en septiembre del 2017, Bayron y dos personas más trasladaban en dos carros a un grupo de 13 migrantes africanos por el departamento de Rivas, limítrofe con Costa Rica.
La policía y el ejército realizaron un retén en el lugar, pero Bayron y los otros coyotes no se detuvieron, lo cual provocó una persecución e intercambio de balas. Un africano de 23 años murió en ese momento. La policía capturó a los coyotes y aseguró que López era cómplice de ellos. La catalogaban como “prófuga con residencia en Costa Rica”.
López niega haber estado ese día con su hijo o involucrada en el tráfico ilícito de migrantes.
En Nicaragua, Bayron fue condenado en primera instancia a 23 años de cárcel: nueve por homicidio frustrado, ocho por tráfico de migrantes y seis por crimen organizado. Cuando López fue detenida por la policía costarricense en julio del año pasado, su hijo continuaba pagando condena en una cárcel del país vecino.
Sin embargo, un medio nicaraguense reportó que dos años después dos defensores públicos solicitaron a los magistrados de Tribunal de Apelaciones de Managua (TAM) revertir la sentencia porque el caso “exigía duda razonable”.
Según la publicación, una de las defensoras fue Amy Rayo quien dijo que “en ningún momento la Fiscalía ha demostrado la existencia del delito de crimen organizado porque no existe ninguna prueba que demuestre que ellos [Bayron y los otros dos sospechosos] hayan cometido varios delitos en distribución de funciones bajo la jerarquía de un jefe para atribuirle el delito de crimen organizado”.
No hay un reporte público ni en medios locales nicaragüenses sobre lo que ocurrió después de la solicitud de los defensores al TAM, pero Ana Yansy López asegura que la resolución fue favorable para su hijo y que después de esa apelación lo dejaron en libertad. Según ella, Bayron enderezó su vida y hoy vive en La Cruz, Costa Rica, y se dedica a vender limones y cuajada.
La investigación policial en contra de ‘Mamá África’ muestra evidencia de que sus otros hijos, Indiana y Benjamín, detenidos en el operativo policial del 30 de julio, habían ayudado a trasladar a migrantes a casas de alojamiento, los habían llevado a la costa o a las montañas para que cruzaran la frontera por mar o por tierra hacia Nicaragua. Sin embargo, el Juzgado Penal de Costa Rica los dejó en libertad mientras avanza el proceso judicial.
La policía y la fiscalía costarricenses acumularon un grueso expediente contra López. Dicen tener las pruebas de que ella y sus cómplices coordinaban el traslado y el hospedaje de personas, incluso desde que estaban en territorio panameño, pues tenían contactos en la frontera entre Costa Rica y Panamá. A cada migrante le cobraban entre US$300 y US$1.600 para llevarlos hacia el norte y los cruzaban tanto por tierra como por mar.
La policía asegura que llevaron migrantes en lancha por el Pacífico, usualmente entre 8 y 9 de la noche, con un colaborador, al parecer nicaragüense, al que le decían “Alejandro, el lanchero”. En la investigación hay interceptaciones telefónicas en las cuáles se coordinan estos movimientos.
Las autoridades tienen a López como sospechosa de otros casos relacionados con el paso de los migrantes por la región. En 2017, murieron un niño congolés de 4 años llamado Samuel Bienga Fernand, que viajaba con un hombre de identidad desconocida, cuando estaban siendo trasladados por coyotes por esa misma ruta, manejada por López y sus cómplices, de Costa Rica a Nicaragua por mar.
En esa ocasión, la policía de guardacostas de Costa Rica, que interceptó las dos lanchas en las que viajaban los dos migrantes muertos, con otros 29 sobrevivientes y dos coyotes, dijo que los traficantes huyeron del lugar.
López tiene otra versión de los hechos. Ella dice que sí conoció a la familia del niño Samuel –su mamá embarazada, su papá y dos hermanitos, una niña de 9 años y un niños de 4— pero que ella no tuvo nada que ver con llevarlos por la costa hacia Nicaragua.
“Aquí vino una vez una africana con su esposo”, cuenta López. “Tenía tres niños y ellos iban a viajar y se fueron a la parte de Puerto Soley [una playa de Costa Rica cerca de la frontera con Nicaragua] (…) estaban montados en una lanchita y les dispararon. Yo le dije ‘¿quién crees que te disparó?”.
López dice que la congolesa le respondió: “Yo solo vi gente que nos puso un foco grande, tenían armas y la que gritó era mujer”. La Mamá África dice que “hasta le dio escalofríos”. “Yo le dije ‘quédese calladita porque su niño murió y nadie lo va a levantar’”. Que después le dijo a su esposo Mohamed, que había que darle comida a esa familia a ver cómo podían ayudarlos. Y después, dice López, la familia siguió su camino.
Según las conversaciones que escuchó la policía durante todo el tiempo que interceptó su teléfono, Ana Yansy López coordinaba con migrantes aún cuando éstos ya iban cruzando Honduras y México. Incluso, a un migrante haitiano de apellido Parison le recomendó que se cuidara en México porque ahí había “mucha mafia” y que, preferiblemente, no anduviera dinero en efectivo.
A otros les pedía videos en los que le relataran sobre su viaje y dónde y cómo se encontraban.
“Ellos [López y su red] piden un video a los migrantes cuando ya van de camino, el cual, se presume, piden para ir demostrándoles a los familiares de los traficados que van bien y que han estado llegando a los países según lo acordado”, relata el expediente investigativo de la fiscalía y la policía.
Los investigadores del caso verificaron con autoridades estadounidenses que varios de los migrantes a los que López y su red trasladaron, en efecto llegaron a su destino y varios de ellos están hoy esperando resolver su situación migratoria en los centros de detención.
“Uno no les cobraba miles y miles”
‘Mamá África’ contradice la interpretación judicial de sus conversaciones. Asegura que tanto ella como su esposo “Mohamed” siempre quisieron ayudarles a los migrantes. Él también fue investigado y acusado por la policía costarricense, pero al momento de los operativos simultáneos ya había partido hacia Estados Unidos. Según López, él está detenido en ese país.
“Yo le dije ‘yo no quiero atrasarte tu sueño americano’”, dice López que le dijo y entonces, él se fue.
López dice que conoció a su esposo porque un conocido brasileño se lo presentó por Facebook, pues entonces ‘Mohamed’ (cuyo nombre real es Adnan) vivía en Brasil. Nos cuenta además que “Mohamed” trabajaba allá en una compañía de redes, sin poder explicar muy bien de qué trataba el oficio que hacía.
“Al que conocí fue a uno que sigue en Brasil, creo que era el patrón de él”, dice López “Entonces él me dijo que su amigo [‘Mohamed’] venía para acá, y yo le dije: yo quiero conocer a su amigo y ya después empezamos a hablar”.
Una investigación de esta alianza periodística, sobre cómo traficantes transportan a miles de africanos y asiáticos anualmente por el continente americano, encontró que Brasil es el país que concentra los liderazgos de las redes criminales.
-¿A usted le dieron dinero?, le preguntamos a ‘Mamá África’.
-¿Sabe qué? Más bien a esa gente les regalé. Cuando yo tenía les regalaba. Más al africano. Esa gente venía muy limitada de platita, muy limitadísima (...) Por eso yo digo, ¿por qué sacan eso que uno les cobraba miles y miles? (...) Si venía aquel y me decía: ‘mama, mirá te voy a regalar’”, dice enérgica.
“‘Gracias, me regalaste US$20, me sirve para algo’”, les respondía ella, y explicaba que no les cobraba por darles información. Sólo lo que ellos quisieran darle. “Si uno puede tener acceso a ayudar, ayuda”, insiste.
Admite que un oficial del ejército de Nicaragua, amigo suyo, les ha colaborado a migrantes muy cercanos a ella (recuerda a dos que eran como sus hijos) para guiarlos cruzando la zona montañosa que divide a Costa Rica de ese país. Y asegura que su amigo, el militar, le decía que no podía llevar a los migrantes por el puesto de migración porque “migración tenía orden de no saber nada de esta gente”, y que entonces ella le recomendaba que él los llevara a Nicaragua y velara porque no les fuera a pasar nada “a sus hijos”.
“Él me decía ‘nosotros nos conformamos con una cajita de cigarro, eso sí, que paguen (...) yo no me voy a lucrar, pero por lo menos me regalan algo”, relata y agrega que en ocasiones le daban US$10 al militar. “Ahora les sale más caro, explica López, refiriéndose a los US$150 que desde el 2018 (según su relato y el de otros vecinos fronterizos) el gobierno de Nicaragua cobra a cada persona por dejar pasar a los migrantes legalmente por su territorio.
El gobierno de Nicaragua no respondió a las consultas que el medio de esta alianza periodística, La Voz de Guanacaste, les hizo sobre ese salvoconducto.
López insiste en que los pasaportes que la policía encontró en su casa pertenecen a amigos y familiares de ‘Mohamed’, y que los dejaban ahí porque los iban a perder en el camino. Según ella, los US$11.000 en efectivo que le decomisaron en el operativo de finales de julio son de un vehículo que había vendido recientemente.
También se sacude de los juicios que le hacen los vecinos de que está ligada al narcotráfico. Eso lo dicen, explica ella, porque se construyó una casa justo cuando ‘Mohamed’ se vino de Brasil. Pero dice que la consiguió por su trabajo de vendedora de ropa, zapatos y comida.
Le preocupa que el grillete que tiene, desde hace nueve meses, la ata a su casa y le pone limitaciones para continuar vendiendo y ganarse el sustento para ella y su hija con discapacidad.
“Ellos dicen que yo estuve hablando por teléfono, porque todo lo tenían intervenido”, dice López casi finalizando la entrevista. “En el momento que ellos aceptaron ponerme esto [la tobillera electrónica] es porque hay una tela de duda. No hay muchas pruebas contundentes. No hay personas [migrantes] que vengan a decir que me entregaron miles de dólares”, dice.
Quizás sea cierto, que como ella dice, la ‘Mamá África´ que vive en Costa Rica no se ha hecho millonaria con el tráfico de migrantes, y quizás hasta les ha hecho favores gratis a los migrantes africanos. La evidencia que recabó la fiscalía, sin embargo, apunta a que sacó provecho económico de personas especialmente vulnerables, porque ni hablan el idioma local, y vienen pagando caro el derecho de paso todo el viaje.
Falta ver qué decide la justicia, pero aún si la llegara a condenar como ficha local de una cadena internacional de tráfico de migrantes, aún queda la pregunta, si cuando las autoridades desvertebran las cadenas criminales, los eslabones más débiles no terminan siendo con frecuencia los que caen.
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*Migrantes de Otro Mundo es una investigación conjunta transfronteriza realizada por el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), Occrp, Animal Político (México) y los medios regionales mexicanos Chiapas Paralelo y Voz Alterna de la Red Periodistas de a Pie; Univision Noticias (Estados Unidos), Revista Factum (El Salvador); La Voz de Guanacaste (Costa Rica); Profissão Réporter de TV Globo (Brasil); La Prensa (Panamá); Semana (Colombia); El Universo (Ecuador); Efecto Cocuyo (Venezuela); y Anfibia/Cosecha Roja (Argentina), Bellingcat (Reino Unido), The Confluence Media (India), Record Nepal (Nepal), The Museba Project (Camerún). Nos dieron apoyo especial para este proyecto: La Fundación Avina y la Seattle International Foundation.